Oh, Japón, tierra de frikis llena eres,
anormalidades absolutas y abismos culturales,
pero esta vez... te has pasado tres pueblos.
Hoy os contaré una bonita historia de las diferencias culturales entre Japón y el resto del primer mundo.
Pues bien, para empezar os diré que tengo unos cuantos coleguillas en Tokio, que porqué no decirlo, son practicamente todo mujeres. Pero esto se debe nada mas ni nada menos, a que son mas propensas a hablar con los extranjeros, en Finlandia me ocurrió lo mismo.
Llegados a este punto, os diré que una de esas personas tiene familia en Nara, es decir a 15 minutos de mi casa. Y se vino porque tenía una comida familiar. De hecho tenía un nombre muy raro, pero claro, aquí, absolutamente todo tiene nombre (hasta tienen una palabra única para saludarse en año nuevo...).
En fin, la chavala esta se escapa un poco de la mentalidad estandard japonesa, es mucho mas abierta, puesto que ha estado viviendo un par de años en Francia, y quieras que no, eso se nota muchísimo. De hecho, la razón por la que está viviendo en Tokyo es porque no le gusta el arquetipo de la gente de Nara, es decir de la zona rural (Y eso que Nara debe de ser de las ciudades mas importantes del área de Kansai, en donde están ciudades como Osaka y Kyoto).
La chavala me cae muy bien, porque parece una española metida en un cuerpo japonés, de hecho, me contó cosas como que a su regreso de Europa, le pasó lo mismo que a mi con la comida japonesa, o me intenta explicar ciertas excentricidades de su cultura (el resto de los japoneses cuando no te sabe explicar algo, simplemente dice “es que éste es un país isla” ó “es que eres extranjero y no lo entiendes” y con eso es como si dijesen la verdad universal irrefutable y toca cambiar de conversación por lo estúpido de la respuesta).
El caso es que cuando terminó con la familia la entraron unas ganas de largarse de regreso a Tokyo impresionantes, y ni siquiera nos daba tiempo a tomar un café como en tantas otras ocasiones, por lo que decidí acompañarla en tren hasta Kyoto (aquí el tren es gratis mientras que no salgas de la estación), y así poder habar con ella (porque la notaba supernerviosa).
En el tren, la noté muy triste, y yo mantenía una conversación graciosa para que no pensase en “sus problemas”, pero era obvio que necesitaba contarme lo que la pasaba (y como aquí en Japón la gente no cuenta nada, se comen sus rollos y acaban explotando y suicidándose en muchos casos).
Entendiste mi correo electrónico.
Si, claro, que venías a comer con tus padres.
Si, bueno.. pero es que la comida era un....
Mientras me decía estas palabras, los ojos se le llenaban de lágrimas, pero no lloraba, al menos no lo hacía públicamente. Los japoneses no exteriorizan sus sentimientos, no pueden, se los comen con patatas. Y uno que no es idiota aunque lo parezca...
Ella tarda en reaccionar un segundo, traga saliva, deasvía la mirada y me dice con los ojos cristalinos, llenos de lágrimas...
En estos momentos, mi cara de flipado hizo acto de presencia, pues la última vez que vi a esta chica había sido en fin de año, y si mal no recordaba no tenía novio ni nada que se le pareciese. Y pensé para mis adentros.. ¡Joder como se lo curran los japoneses en tan poco tiempo! ¡Nada, nada! A alegrarse por la chavala, pero había algo que no me cuadraba, a lo que ella añadió:
La comida con mis padres era para presentarme a mi posible marido.
Mmmm... ¿matrimonio concertado?... ¡No fastidies!
Si.
Y tu que piensas...
Es que mis padres... no me he podido negar.
Los ojos llenos de lágrimas no significaban nada mas que ella no estaba de acuerdo para nada en casarse, y menos con una persona que acababa de conocer.
Ella se empezó a reir por ver mi cara de asombro absoluto.
Entonces, ella empezó a contarme detalles de la ceremonia. Sus padres, dado que la chavala tiene 28 años y no estaba casada o tenía novio, decidió concertarle una serie de citas (comidas en las que te presentan a una factible pareja que ellos escogen de antemano) y que son comidas en las que estás cara a cara con tu futura posible pareja (porque afortunadamente, ambos tienen que estar deacuerdo), pero ya ves, la presión familiar hace que la chavala, aun no queriendo, diga que si.
Los que hayáis visto la serie esa de Lost (lo de los tíos que se pegan un piñazo en un avión en una isla superchunga), hay un espisodio en que te cuenta la historia de una japonesa a la que su padre le hace lo mismo.
Ella es una chica que ha triunfado en la vida. Ha estado viviendo en Francia estudiando en prestigiosas escuelas de diseño. Tiene su miniapartamento alquilado de escasos 20 metros cuadrados en Rapongi (el mismísimo corazón de Tokyo (de hecho, es una zona de embajadas y de centros de negocios), y tiene un salario que le permite pagarse todo eso, sus pequeños caprichos, y en definitiva, ser independiente (cosa que muchos soñamos en España o en muchas otras partes del mundo. Su único problema ha sido superar la barrera de los 25 años sin estar casada, y que su padre es el presidente para el área de Kansai de una de lesas grandes macro corporaciones japonesas cuyo nombre ni me acuerdo ni me importa (aunque creo que era... ¿Mitsubishi? Qué mas da).
El problema de la sociedad japonesa, es que el trabajo les absorbe muchísimo tiempo, los desplazamientos en transporte público que duran tanto tiempo, mas lo cerrados que son los grupos de personas (uno tiene como a sus amigos a aquellas personas con las que tiene un vínculo común, es decir, tus amigos son tus compañeros de trabajo, y si tienes suerte de hacer algo aparte como un club de algo, esas personas. Si cambias de trabajo o de ciudad, pierdes a tus amigos anteriores para ganar a los del nuevo trabajo o club, los otros pasan a ser meros conocidos. Es triste, pero así es.).
Intentaba quitarle hierro a la cosa, hablando entre risas, aunque realmente estaba pensando en cómo enfocarlo. Viendo que sus lágrimas delataban que en realidad eso no lo deseaba, la empecé a contar lo que yo opinaba al respecto con una total franqueza. Hablé acerca de que este tipo de cosas, son legados del pasado, que hoy en día no tienen cabida, que aunque entendía que hasta hace 50 años pudiese ser aceptable, hoy no puede ser admisible de ningún modo. Que ella no podía aceptar que la obligasen a tomar una decisión tan importante. La conté que ella era dueña de su vida, que sólo ella podía tomar sus propias decisiones.
Ella me decía que no se pudo negar por la presión familiar (o eso entendí), que sus padres se habían conocido de ese mismo modo, que como les había ido bien, y dado que su padre se jubila el año que viene, pues que querían que para antes de la jubilación de su padre, que estuviese ya casada o con vistas a hacerlo, puesto que su hermana menor ya estaba casada.
A lo que yo le refuté, que su sociedad el fallo que tenía era que les habían enseñado a obedecer y a callar, a simplemente acatar la decisión de sus jefes, familiares o personas mayores. Que nadie ponía en entredicho sus decisiones, y que nadie expresaba lo que realmente quería. Para sus padres, la felicidad de su hija pasaba por verla casada, cuando la realidad era, que su felicidad pasaba por seguir haciendo su vida. Yo le hablé que aunque le costase mucho, que debía hacer ver a sus padres que era su vida, no la de ellos, que ella debía de tomar sus propias decisiones, sin condicionamientos, sin presiones (los padres metéis demasiada presión, y lo malo es que no os dais cuenta, pero en cierto modo lo veo normal, en realidad es por el cariño hacia nosotros).
Yo le conté que debía de vivir siempre en armonía con su corazón y con la cabeza tranquila, que a veces esto suponía enfrentarse a la gente que ella ama y quiere (en este caso enfrentarse a sus padres), que no diese el brazo a torcer, porque a fin de cuentas era su vida, no la de ellos. Y que persiguiese a toda costa sus sueños, costase lo que costase, porque al final, aquellas personas que la aman, si realmente la aman, acabarían por entenderlo, por aceptarlo, por ayudarla.
Le conté mi lucha por venir a Japón, las discusiones con mi madre por querer dejar el trabajo cojonudo al lado de mi casa, las infinitas discusiones bajo el título “¿y para que quieres ir a japón?”, durante días, meses, años... tres años he tardado en venir a Japón. Tres años, y finalmente, mi madre se dio cuenta, lo aceptó, y me regaló lo mas importante y caro, ella fue quien me dio el billete para venir a Osaka. En realidad ella fue quien me completó la pieza que me faltaba para cumplir mi sueño, ella, la persona que mas se negaba a que me viniese. Ahora es la persona a la que mas le debo de agradecer todo.
Le dije que debía de escuchar a los demás, a sus padres, a sus amigos, pero que tomase aquellas palabras como meros puntos de vista, lo que ellos harían, pero que únicamente y solo ella podía tomar una decisión que seguro condicionará el resto de su vida, sobretodo viendo lo machista que es la sociedad japonesa (aquí si que es la mujer a la cocina, a cuidar de la casa, los niños y del marido).
Y finalmente añadí, que ella era autosuficiente, que no necesitaba de nada ni nadie, y que si decidía compartir su vida, era porque así lo había decidido, elegido, y aceptado para sí. Pero que supiese que la sociedad moderna en España, la gente ya no se casa tanto como antes. Incluso yo le conté que yo personalmente pasaba rato de casarme porque es mas bonito (vivir en pecado todos los días) de un modo en el que sabes que tienes que cuidar a la pareja todos los días, porque no tienes nada con ella, que tienes que currártelo todos los días, y que si te casas, te confías, porque total... ella va a seguir siendo tu mujer...
Cuando terminé de hablar, la volví a mirar a los ojos directamente. Ya no estaban cristalinos en absoluto. Es mas, estaban mas abiertos que de costumbre. Tenían un brillo especial, y su cara relajada esbozaba una leve sonrisa.
Me dijo que le había dado una inyección de moral, que me haría caso. Añadió que le gustaba la manera en que pensábamos los españoles, y que odiaba haber sido japonesa. Obviamente, yo le dije que eso era lo que le había tocado ser, que su sociedad tenía muchas cosas malas, pero también muchas muchas buenas, exactamente igual que la mía, pero simplemente consistía en combatir con otras armas, en saber como combatir. Que esa noche durmiera tranquila sin pensar en nada, y que al despertarse, la primera decisión que le pasase por la cabeza respecto a este tema, era lo que ella realmente quería hacer, que es la respuesta de su subsconsciente, y que acatase esa decisión costase lo que le costase, si le daba igual una decisión que otra, que tirase una moneda al aire. Pero que siempre, y en cualquier decisión que tomase, que su corazón estuviese caliente y tranquilo, y su cabeza fría para poder pensar bien.
Yo me le dí un beso en la mejilla igual que un padre se lo da a un hijo, sonreí, asentí con la cabeza, y me metí en el tren de vuelta a Nara.
Creo que ella ya no se va a casar, pero lo que es mas importante, para ella, desde hoy, es el punto de partida de una nueva vida en la que por fin va a tomar sus propias decisiones, que ya no aceptará las decisiones que toman los demás para su vida, ella es autosuficiente.
¿Ha empezado la rebelión de las mentes en Japón?
Suerte en la vida, Kyoko.
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