Pues el mismo día del post anterior, al regresar de Kyoto, me fui a Nara, a ver un festival que llevan repitiendo desde hace 1.200 años.
Consiste básicamente en pasear unas bolas de fuego por el porche de madera del templo mas importante de Nara, el Todaiji Nigastudo a la luz de la luna.
La verdad que las cosas hay que apreciarlas en su contexto, hace 1.200 años debía de ser impresionantísimo, hoy en día, no deja de ser una mera curiosidad, porqué no decirlo, no fue todo lo espectacular que pensaba, y la culpa la tienen las fotos que lo anunciaban, que como están "trucadas", pues parécen mas de lo que es.
En fin, tampoco me disgustó, pero me desilusionó porque me lo imaginaba muuuucho mas espectacular. Ya es el segundo festival importante al que acudo a Nara y me llevo una desilusión. El primer festival es cuando incendiaron la montaña entera encima del Toaiji, y la verdad que era bonito, pero es mas espectacular ver por desgracia como se quema un monte en mi tierra.
El problema era, que las fotos de los anuncios estaban hechas con una exposición salvaje, por lo que en vez de ver como se va quemando el monte, mostraban el monte entero ardiendo como si una cascada de lava se tratase.
En esta segunda ocasión, pues la verdad que fue mas de lo mismo, aunque me gustó, no me arrepiento haber ido. Primero se veían unos monjes que se guardan para la ocasión cargando con unas bolas de fuego impresionantemente grandes (del tamaño de una moto), y subiendo hacia el templo. Luego salían al balcón, y movían la bola para que las cenizas purificasen a la gente.
Al margen de los festivales y demás, cuando regresé a casa, sucedió lo inimaginable, por la mañana yo me tenía que marchar a toda prisa y tenía un colega en casa. Le dejé la llave y le dije:
-Nada, quédate en casa y come. (Es que la comida estaba lista) Yo es que tengo que salir pitando, porque no esperaba tener que salir.
Entonces le di la llave, la única llave que tengo y le dije que la metiese en el buzón. Para que os hagáis una idea, existen unos buzones a la entrada del complejo, y otro buzón en la puerta que sólo es accesible desde dentro. Como mi colega había estado durante años en esta residencia, suponía que era conocedor de la existencia de los buzones a la entrada, pero... obviamente me equivoqué.
El colega, superextrañado pero siguiendo fielmente mis instrucciones, al salir de casa dejó la llave en el buzón... de la puerta.
Mi sorpresa es que llegué a las diez y media de la noche a casa, abro el buzón, y no hay llave. Y temiéndome lo peor llamo al colega:
- Esto... ¿mi llave?
- Sí, está en el buzón como me dijiste.
- Mierda
- ¿NO TIENES UNA SEGUNDA LLAVE?
- mmm.... no. Sólo tengo una llave.
PRIMER INTENTO: POR LA TERRAZA
El único vecino que estaba en casa era el del principio del pasillo. Se trata de un alemán. Le llamé a la puerta para ver si me dejaba desde la terraza, ir descolgándome de terraza en terraza hasta llegar a la mía, que es la última del pasillo (saltando sobre cuatro terrazas).
¿Peligroso ir saltando de terraza en terraza? Pues la verdad que en mi caso, de peligroso no tiene nada, porque vivo a ras del suelo, solo que para evitar robos (¿en japón robos? me rio) pues tienen puestas unas vallas a modo de carcel. Saltar la primera valla no me costó nada mas que el intentar poner los pies en el suelo sin hacerme daño, puesto que las terrazas las tenemos llenas de las bolsas de basuras por culpa del reciclaje japonés, que algún día hablaré al respecto.
En la segunda terraza me dí cuenta mi error... en la zona donde se puede saltar de terraza en terraza de la segunda a la tercera terraza, estaban las máquinas de aire acondicionado, que al ser tan grandes, dejaban unos 20 centímetros de paso, el caso es que al haber las máquinas de los dos pisos, se formaba una especie de tubo de 20 centímetros entre las terrazas, situados a metro y medio del suelo, que... aparte de comprimirme el cuerpo, de engancharme, y de hacer tembalr mi equilibrio... hacía que tardase casi 5 minutos en atravesar medio metro.
Tras muchos dolores, conseguí pasar, y fue entonces cuando me di cuenta de que probablemente dejé la puerta de la terraza cerrada, que probablemente sería un viaje que no serviría para nada, y que me costaría muchísimo volver... Me quedé cinco minutos descansando por los dolores de pasar por ese sítio.
Salté luego a la tercera terraza sin problemas, y volví a ver ese túnel de dolor entre la tercera y cuarta terraza. Con lágrimas en los ojos, volví a atravesar el túnel. Volví a descansar de los dolores otro rato, pero como ya sólo quedaba una terraza y el paso era fácil, me apresuré a llegar a mi terraza.
Al llegar, bajé saltando entre las bolsas de basura vigilando no resbalar con las botellas caidas. Al encontrarme delante de la puerta de mi terraza, me quedé paralizado, respiré profundamente, cerré los ojos, y me dije para mí... por Dios, que esté abierta, por Dios que esté abierta, que no tengo fuerzas para regresar hasta la habitación del alemán. Entonces intenté abrir la puerta y... CERRADA!!
Yo lancé un grito de desesperación, no porque no pudiese entrar en casa, sino porque no podría volver a soportar los dolores producidos por los túneles de aires acondicionados. Además, en el peor de los casos, mañana era lunes, y me podrían abrir la puerta la gente de la universidad sin ningún problema.
El caso es que intenté desmontar la puerta, la ventaninta de la puerta, pero todo fue en vano. Incluso intenté llamar a Arturo por teléfono, que estaba en la puerta principal, pero... le oía que mantenía una conversación por teléfono, de modo que me dije... bueno, pues regresamos por las terrazas, pero tomandome toooooodo el tiempo del mundo. Y así lo hice, salté la primera terraza, y me quedé dando paseos y mirando al túnel del aire acondicionado. Repentinamente se me ocurrió... ¿y si mi vecino ha dejado la puerta de la terraza abierta? Na... tiene que estar cerrada, porque se trata de un piso vacío... y probé pero por casualidad. La puerta se abrió suavemente. SIIIIIIIIIII!!! y corrí hacia adentro hacia la puerta.
Al salir al pasillo, todos se quedaron flipados, se suponía que tenía que abrir la siguiente puerta, no la anterior. Al contar la epopeya, todos comprendieron.
SEGUNDO INTENTO: LA MANO DE CHI-PAO
Los que estaban en el pasillo, era Arturo, el vecino alemán y un colega suyo de visita.
Bien, la llave estaba metida en el buzón de la puerta, un buzón en el que apenas entra la mano de un niño, pero a base de forzar, la mia (y gracias a que he adelgazado la de Dios) entró aunque me dolía muchísimo, con tan mala fortuna que el buzón era tan profundo, que apenas mi brazo llegaba a la mitad del mismo.
Me di cuenta de que necesitaba algo mas para llegar al fondo del buzón, y dado que nadie tenía un imán para coger la llave...me dije... si mi mano llega a la mitad, una mano mas pequeña... igual llega al fondo, y claro, corrí hacia la habitación de Chi-pao, una delgadísima y pequeña Taiwanesa que sería mi salvadora. Al llegar a su habitación descubrí que no estaba. Mierda, quién mas hay en la residencia?
TERCER INTENTO: LA ESPUMADERA Y LA PERCHA
Y corrí hasta la habitación de la única persona que quedaba en la residencia, que era otra alemana, con la intención de preguntarle por algún imán. No tenía nada que se le pareciese, pero al mirar a la pared, vi que tenía una espumadera de tamaño curioso, que podría entrar por la boca del buzón, y me dije... ésta es la mía!! Katarina me dejó entonces su espumadera negra y roja y bajé a toda pastilla.
Al llegar, me encontré que los alemanes con toda la buena intención del mundo, habían destrozado una percha de metal para intentar hacer un gancho y recoger la llave.
Qué idea tan buena, primero metí la percha.... nada. Luego lo intenté con la espumadera.... nada.
Incluso llegamos a meter una cámara de fotos por el buzón para conocer exactamente la ubicación de la dichosa llave.
De hecho, en esta foto, se puede apreciar la arandela de llavero que tiene la llave.
Pero todo fue inútil.
Al darme cuenta de que nada valía, decidí meter las dos manos, con mucho muchísimo dolor, y meter tanto la espumadera como la percha. Y si, como además conocíamos la ubicación de la llave, de vez en cuando la oíamos como de movía hasta que....
Clin clin!!!
Oh, oh!
No puede ser.
NO
PUEDE
SER!!
La llave se había salido del buzón y se había caido al suelo.
CUARTO INTENTO: EL PANEL AL QUE SE PEGA TODO
Bueno, ahora teníamos el añadido de dificultad de que había que abrir el buzón desde afuera. Yo arranqué el poste del cartel del extintor, y con él, modificandolo un poco, con mas dolores en la mano y un poco de maña, logré forzar la puerta de mi buzón.
Solo nos restaba localizar la llave y crear un mecanismo para recuperarla.
Volvimos a introducir la cámara de fotos y sacamos unas cuantas fotos. Con el resultado de las fotos y la puerta de la habitación de al lado a modo de laboratorio de ensayo, logramos deducir que la llave estaba junto a la base de la puerta, y que dado a que la puerta tenía un escalón, era imposible atacarla intentando sacar la llave por debajo de la puerta y que de hecho, si movíamos mucho la llave, que corríamos el riesgo de que la llave cayese dentro del escalón. El caso era... ¿cómo generar un mecanismo que entre en ángulo de 45 grados para que luego sea operacional en un ángulo de 90?
Pues la respuesta la teníamos delante de los ojos, la percha es relativamente flexible, de modo que al engancharle el cartel del extintor al cual le habíamos adherido una base de celofan al revés, generaba un panel móvil el cual al contacto directo pegaba hasta el peso de una llave. Es decir, que habíamos creado una especie de caña de pescar cuyo anzuelo era una pieza cuadrada de plástico grande con celo. El problema era que sólo teníamos un intento, porque el celo pegaba tan bien, que se llevava todo el polvo del suelo, haciendo que un segundo intento fuese inútil. Todo esto lo sabíamos porque lo habíamos experimentado en la puerta de al lado.
Momentos de tensión con el panel El caso es que lo introdujimos como pude por el buzón, y logré leventar la llave, pero como no estaba muy pegada, acabó por caer al suelo, con tan mala suerte de que ahora si estaba junto a la puerta, junto al escalón que haría imposible todo tipo de intentos.
Los alemanes decidieron entonces retirarse, estaba frio y ellos estaban en pijama.
Y fue ese momento mágico en el que Arturo dijo..
- Demuestra ahora que eres ingeniero.
QUINTO INTENTO: EL RECOGELLAVES 1.0
Y no se porqué, pero me piqué, miré a mi alrededor, vi que sólo tenía la bolsa de la compra con un par de sopas, el panel del estintor, un palo, un cartucho de celo, una bobina de hilo, un recogedor viejo, y unas tijeras que había robado de la habitación de al lado.
El caso es que con el panel de extintor generé una base que sería una especie de recogedor (pasaría por debajo de la llave y la levantaría), pero para ello, le pegué la bolsa de la compra con celo, para que al levantar, se metiese la llave en la bolsa, con tres cables de hilo en cada extremo yo lograba mover la estructura a duras penas como si fuera un títere. Cuando la llave estuviese encima de la plataforma, solo había que tirar de los dos cables de alante, para que ésta se deslizase dentro de la bolsa. Pero el caso es que me dí cuenta de que la estructura era demasiado ligera y pasaba por encima de la llave. La oíamos moverse.
Le faltaba peso.
SEXTO INTENTO: EL RECOGELLAVES 2.0
Entonces hice evolucionar mi maquinita, cogí unos palillos del piso de al lado (que al ser coreanos son de metal), le daban el peso necesario para que arrastrase desde el fondo a modo de contrapero, pero aún así, le metí atado al final del panel, el palo del recogedor, de modo que me aseguraba así de que arrastraría desde el fondo al poder apartarlo de la puerta, pero como el palo del recogedor era corto, le pegué también el palo-poste del extintor.
Fue entonces cuando volví a meter el cachivache desde la puerta, oíamos la llave golpear contra la puerta, y derrepente.. ya no se oye nada. La llave se podía haber caido por escalón de la puerta, era seguro, porque estabamos trabajando a ciegas.
Desesperado, le dije a Arturo:
- Lo dejo, me rindo, no puedo. Tiene que haberse caido al escalón dado que ya no la oigo.
Y saqué la estructura por la puerta. Arturo me preguntaba que si había entrado en la bolsa, pero yo le respondí que era tan ligera que era imposible que hubiese entrado. Pero como me lo volvió a preguntar, miré a la bolsa por curiosidad, porque al sacarla, se había movido con excesiva gravedad.
Y al mirar dentro....
Mi recogellaves había dado su fruto.
Era ella, la mas hermosa entre las llaves, ahora era mía para siempre!!
Yo no podía creerlo, aquél cachivache me había funcionado. Era como uno de los locos inventos del coyote cuando intenta coger al correcaminos. Pero, ésta vez, había cogido al correcaminos.
Introduje la llave en la cerradura y...
se abría la puerta, siiiiiiiii! Mira mira, que bien se abre!!
Y aquí me tenéis con la cara de la victória.
Pero para que no se me olvide este momento, pues aquí os dejo un resumen de la noche, soy yo con todas mis ganzuas que necesité, para demostrar que... sí, soy un ingeniero de tomo y lomo, porque mas de uno, de seguro que habría abandonado al primer intento.
Por cierto y todo sea dicho de paso, al día siguiente volví a olvidarme las llaves, pero esto es otra historia (y además dejé la terraza abierta, e incluso ya tengo muchas mas contramedidas preparadas, en concreto tres posibilidades de entrar en mi piso).
Etiquetas: historia_de_mi_vida, japón